segunda-feira, novembro 14, 2005

Su inconsistencia era de raza.


La segura orientación de la sangre. En medio de la lucidez de cristal, la suavidad de sus pasos recogiendo cielo y tierra, tal su osamenta, el ímpetu desenfrenado. Había perdido el rumbo entre amonestaciones de los amigos, y reía solitária ante la gracia de las piedras. Hasta descifralas, desvelar sus secretos, ahora que había adquirido el don de las palabras.

Nélida Piñón.