Su inconsistencia era de raza.
La segura orientación de la sangre. En medio de la lucidez de cristal, la suavidad de sus pasos recogiendo cielo y tierra, tal su osamenta, el ímpetu desenfrenado. Había perdido el rumbo entre amonestaciones de los amigos, y reía solitária ante la gracia de las piedras. Hasta descifralas, desvelar sus secretos, ahora que había adquirido el don de las palabras.
Nélida Piñón.
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